En mi publicación original, argumenté que la economía no es una ciencia objetiva. Usé Economía 101 como ejemplo, señalando su sesgo por defecto a favor de mercados libres y capitalistas. Esta afirmación claramente tocó una fibra sensible. Varios economistas están ahora respondiendo, insistiendo en que Economía 101 *no* enseña que la liberalización y la mínima intervención estatal son inherentemente buenas para la economía — y que, por tanto, el rumbo no está políticamente sesgado. Como alguien que soportó una carrera general de economía durante tres largos años, soy muy consciente de que Economía 101 reconoce los fallos del mercado y reconoce que la intervención gubernamental puede ser útil en ciertos casos. Sin embargo, el marco por defecto de Economía 101 sigue siendo políticamente sesgado a favor de los mercados capitalistas. El Estado no se presenta como una institución que moldea activamente los mercados —que en realidad sí lo hace—, sino como un actor externo que solo debería intervenir cuando los mercados "fallan". Los mercados capitalistas (rebautizados como "mercados libres" en Economía 101, ya que el currículo no aborda la economía política del capitalismo) se tratan como la línea base natural y neutral en lugar de un sistema históricamente contingente. Cuando se trata de liberalización comercial, Econ 101 casi siempre comienza introduciendo la teoría de la ventaja comparativa de Ricardo o el modelo de Heckscher–Ohlin–Samuelson (HOS). Ambos marcos concluyen que la liberalización comercial eleva el bienestar agregado. El modelo HOS señala que habrá ganadores y perdedores nacionales, pero no dice nada sobre resultados desiguales a nivel internacional debido a diferencias en la composición de exportaciones ni sobre asimetrías de poder entre Estados nación — una característica central de la dinámica comercial real. En resumen, Economía 101 ofrece una imagen altamente idealizada y políticamente sanitizada de los mercados y el comercio. Al tratar las estructuras de mercado capitalistas como algo natural, deja de lado las cuestiones de poder, historia y diseño institucional. Por tanto, mantengo firmemente mi afirmación: es peligroso e intelectualmente superficial presentar la economía como una ciencia objetiva, libre de política.