Demasiadas personas inteligentes operan sus vidas como si fueran analistas de la industria. Les encanta pensar y explicar patrones generales en verticales, empresas, sociedades y naciones. Esto está bien, aunque la desventaja de aplicar este pensamiento a *todo* es que olvidan su propia individualidad, sus superpoderes específicos, sus objetivos profesionales personales y sus aspiraciones de vida. Olvidan que, si bien pueden sonar inteligentes para algunas personas mientras analizan y explican el fenómeno con proclamas como "duh, las personas son impulsadas por los incentivos que se establecen", en realidad no es muy inteligente suponer que los patrones generales en una población determinada también son ciertos específicamente para ellos mismos como individuo soberano. Un ejemplo: Cuando se encuentran con un escrito que invita a la reflexión, en lugar de preguntar "¿cómo puedo usar esto para mejorar mi propia comprensión de mí mismo y de mi propia vida/carrera?", instintivamente buscan formas de argumentar citando características o estadísticas de la población promedio, o citan leyes y aforismos inteligentes que se aplican al ser humano promedio. O retroceden virtuosamente preguntando "Bueno, ¿qué pasaría con el mundo si todos pensaran de esta manera? seguramente sería un desastre". Y así, esta mentalidad de analista en piloto automático hace que tomen decisiones relativamente malas para su propia vida y su propia carrera, porque no ven el valor de comprenderse realmente a sí mismos. Suenan muy inteligentes y eruditos, pero como preguntó una vez una persona sabia, ¿de qué sirve esta inteligencia si no obtienes lo que quieres de tu propia vida? Un analista compulsivo es un comentarista y experto en muchas cosas, mientras que a menudo está en bancarrota en la autocomprensión, un autómata del condicionamiento social, nunca diseña su propia vida a partir del "pensamiento de los primeros principios" que dice amar tanto. Puede que tenga algún conocimiento, pero carece de sabiduría. Porque la sabiduría es el conocimiento visceral de que la entidad principal que vale la pena comprender es uno mismo.