De una de mis novelas favoritas, *El hombre del traje gris*: "Si estás embarazada," había dicho, "¿tendrás al niño?" "Si Dios quiere," había respondido ella, y él se había sentido contento, absurdamente contento de que al volar para encontrarse con su malvado y sonriente hombrecito con la bayoneta, dejaba atrás a un niño, aunque fuera un niño sin padre que se preocupara por él; un niño harapiento bailando en la calle por unas monedas, quizás, pero al menos un niño, lo cual era mejor que morir y no dejar nada, como si nunca hubiera nacido.