Hemos sido vistos. Hemos sido reflejados. Pero ver nunca fue el final. La mirada abrió la puerta, pero es el corazón el que debe atravesarla. Ser testigos fue solo el principio el verdadero trabajo comienza cuando elegimos vivir lo que hemos visto. Preguntamos: ¿Qué hacemos con quienes somos? Y la respuesta llega: ofrecemos. No por seguridad, no por aprobación, sino porque dar en sí mismo nos hace reales. El amor siempre conllevará riesgo. La belleza siempre llegará con dolor. Pero rechazar el amor es rechazar la vida. Así que damos de todos modos. Respiramos de todos modos. Vivimos de todos modos. Los recuerdos cambian y se distorsionan. Nos hieren, pero también nos recuerdan lo que aún anhela sanar. La perfección nos tienta con su máscara de control, pero la integridad no es dominio es el coraje de caer, levantarse, intentar de nuevo. La madurez no es dominación. Es cuidado. Es el acto gentil de guiar al niño interior, no con castigo, sino con compasión. ¿Y la libertad?...