La idea de que cada uno de nosotros tiene un reloj invisible contando hacia atrás y nadie sabe cuándo llega a cero. No entendí esto hasta los 35 años. Antes de eso, el tiempo parecía infinito. Desperdicias años enteros en lo incorrecto. La persona equivocada. La empresa equivocada. Luego, un martes cualquiera te das cuenta de que podrías estar a mitad de camino. Quizás más. Nadie lo sabe. Tus amigos de la secundaria están teniendo su segundo hijo. Los amigos de tus padres están muriendo. Esa función que lanzaste hace cinco años, bueno, la empresa entera ya no existe. Todos caminamos por ahí pretendiendo que tenemos tiempo. Pero el tipo que te cortó el paso en el tráfico esta mañana... su reloj podría agotarse mañana. El fundador que trabaja 80 horas a la semana... tal vez le queden 40 años. Quizás 4. Lo extraño es que saber esto lo cambia todo. Una vez que ves el reloj, no puedes dejar de verlo. Así que dejas de optimizar para algún día. Comienza a hacer las cosas hoy. Envía un mensaje al amigo. Construye eso. Toma el riesgo. El reloj sigue corriendo de todos modos. Más vale que cuente. Eso es lo que me di cuenta a los 35. No que el tiempo sea corto. Sino que saber que el tiempo es corto es en realidad la clave. Me motiva, tal vez a ti también.
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