Los investigadores están cultivando los llamados organoides cerebrales en el laboratorio, pequeños minicerebros cultivados a partir de células madre que imitan ciertas estructuras y funciones del cerebro humano. Inicialmente, se consideraban modelos inofensivos para investigar enfermedades como la epilepsia o el autismo, pero el progreso ha sido rápido: las variantes más nuevas contienen vasos sanguíneos y células inmunitarias o se combinan en "ensamblajes" en los que varias regiones del cerebro están interconectadas. Esto nos acerca al punto en el que surge la pregunta de si estos sistemas podrían algún día desarrollar conciencia o incluso sentir dolor.