Recientemente me preguntaron cómo manejo el tiempo de pantalla y el uso de la tecnología como madre de niños pequeños. Definitivamente no soy anti pantalla, aunque nuestros hijos son demasiado pequeños para la pregunta de "¿Les darías un teléfono?" Pero mi regla para la tecnología es simple, una que llamo El Principio de Producción: "Produce más de lo que consumes." Es fácil de medir y recordar. Y es la regla que guía el uso de la tecnología en nuestra casa para todos, niños o adultos. Si los niños están sentados en sus teléfonos desplazándose por las redes sociales y consumiendo memes y cosas sin tu conocimiento, eso no es bueno y probablemente no muy saludable. Pero si están creando cosas, programando, interactuando con videos que les enseñan a construir cosas en línea y fuera de ella, eso es generalmente algo positivo, especialmente si estás involucrado en estas actividades con ellos como padre. Las computadoras y las pantallas gobiernan tantos campos hoy en día. Para cuando mis hijos sean adolescentes, imagino que las pantallas y el código gobernarán mucho, mucho más del mundo que nos rodea. No planeo ocultarles esto porque no quiero que tengan miedo del mundo moderno, o que sientan que no pueden controlar su relación con él. Inculcar el Principio de Producción desde temprano cambia su relación con la tecnología. Se convierte en algo que ellos pueden dominar, no en algo nebuloso que temer.

Para que conste, estoy en mi teléfono demasiado y mi familia me lo señala todo el tiempo. Me hago esta pregunta todo el tiempo: "¿Estoy produciendo?" Si no lo estoy, dejo el teléfono.

El otro truco que tenemos para los niños con pantallas es que no lo usamos como recompensa. Mi hijo de cuatro años se siente muy orgulloso de "no necesitar el teléfono" si salimos a cenar. Solo obtiene el teléfono si se está portando mal, y ahora lo asocia con nuestra desaprobación o algo que su hermano pequeño necesita para sobrellevar una comida larga. Una hora después, a veces le pregunto "¿necesitas el teléfono?" y él lo rechaza. No lo anhela porque no es una recompensa ni algo que vea como prohibido.