A veces pienso que me he vuelto insensible ante los horrores de Gaza. Luego veo algo tan impactante que aún suelto mi teléfono, temblando y llorando. No puedo hacerme a la idea de compartir el video de una niña pequeña, con el rostro ennegrecido y ensangrentado, sus intestinos saliendo, aún viva. Aunque no por mucho tiempo. Lo que hemos permitido que Israel haga es una vergüenza que llevaremos por generaciones.