Paré en Viena de camino a un retiro. Hice mi peregrinación al Café Central, donde Herzl, Loos, Trotsky, Lenin, Schoenberg y otros idearon ideas revolucionarias que, aunque destructivas para la civilización, cambiaron el rumbo de la historia. Mi lectura de vibra extremadamente superficial es que la cultura actual de Viena vive de los combustibles fósiles de su antigua magnificencia. El contraste entre la atmósfera de lo mediocre y el telón de fondo de una arquitectura imperial cuyo estética grita "¡gloria!" es muy desconcertante. Tengo curiosidad por saber qué hace esa disonancia a una psique.