Momentos como este ponen a prueba nuestra determinación, pero también nos recuerdan la verdad más profunda: la mano de Dios no ha abandonado a esta nación. América fue construida sobre la fe, el coraje y la convicción. No nos inclinamos ante el caos o la desesperación. Nos levantamos, reconstruimos y regresamos a quienes somos en nuestro núcleo. Este no es el final de la historia. Este es el comienzo de un legado. Ahora es el momento de mantenernos firmes, de hablar la verdad y de luchar por la América que conocemos en nuestros corazones, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos