Nunca podrá haber otro Ethereum por la misma razón por la que nunca podrá haber otro Bitcoin. Estas monedas se distribuyeron en grandes volúmenes en los primeros días, antes de que alguien supiera que las criptomonedas tendrían éxito; sobrevivieron a innumerables sacudidas durante muchos años, y hace apenas unos años era casi ilegal poseer ETH. Las nuevas monedas siempre tendrán su suministro acaparado por insiders y especuladores ricos, no por intelectuales cypherpunk y fanáticos de la criptografía. Esta magia antigua nunca podrá ser recreada.
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