La canción de María, el Magnificat, fortalece la esperanza de los humildes, de aquellos que tienen hambre, de los trabajadores de Dios. Aquellos que dan testimonio de ternura y perdón en lugares de conflicto, y todos los pacificadores que construyen puentes en un mundo roto, son la alegría de la Iglesia. Ellos son su fructificación permanente, los primeros frutos del Reino que ha de venir. #EvangelioDelDía (Lc 1:39-56)
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