En 1945, un economista llamado R.A. Radford publicó uno de los artículos más extraños en Economica. No era teoría. Era su diario de vida dentro de un campo de prisioneros de guerra alemán. Allí, las monedas nacionales no significaban nada. Marcos de papel, francos, libras - solo trozos. Los bancos habían desaparecido. Los mercados estaban rotos. Sin embargo, el comercio seguía ocurriendo. Todos los días. En todas partes. Porque los humanos siempre encuentran algo para comerciar. No oro. No comida. Cigarrillos. Eran dinero perfecto: lo suficientemente ligeros para llevar, divisibles sin desperdicio y reconocibles al instante. Incluso los no fumadores los usaban, porque sabían que los fumadores siempre lo harían. Un solo cigarrillo podía comprar una barra de pan. Diez podían alquilarte una cama por la noche. Una caja era una cuenta de ahorros que podías sostener en tus manos. Ningún gobierno planeó esto. Ninguna ley lo impuso. Surgió porque funcionaba. Y luego, tan silenciosamente como comenzó, terminó. Las cadenas de suministro regresaron, las monedas oficiales recuperaron la confianza… y los cigarrillos volvieron a ser solo cigarrillos. Las monedas no desaparecen porque alguien las prohíba. Desaparecen cuando la economía real se mueve a otro lugar. Si la economía real del mañana pertenece a los sistemas de IA... ¿qué comerciamos?
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